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Benigno con la clemencia templa la justicia

Autor/a: Tirteafuera. Profesor.
Guardado en Vivencias personales 22/nov/05 13:19

/No es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.

Tirteafuera, buscando un momento de calma en la lectura, ha abierto la Segunda Parte de El Quijote al azar. Estas fechas, previas al final de evaluación en las que se acumulan los exámenes, han iluminado un pasaje del texto que tantas veces ha leído; para Tirteafuera, ha sido como ese paisaje que siempre ha estado ahí, pero que hoy la luz de la tarde le da el brillo de la recuperación de paisajes olvidados: dentro de los documentos que han de servir para adornar el alma, M. de Cervantes recoge a través de los consejos de don Quijote a Sancho antes de encaminarse a Barataria, el discurso político vigente sobre la clemencia y la justicia. Tirteafuera no puede menos que, con la misma mirada que reconoce el fulgor del instante del paisaje recuperado, leer con deleitación las líneas siguientes:

"<...> Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre. Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia. Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso. No te ciegue la pasión propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres, las más veces, serán sin remedio; y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aun de tu hacienda. Si alguna mujer hermosa veniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros. Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones. Al culpado que cayere debajo de tu juridición considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque, aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia. Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos."

II, 42

Otro punto de vista muy diferente es N. Maquiavelo expresa en El Príncipe en el capítulo XVII que trata sobre la “Crueldad y la clemencia; y si es mejor ser amado que temido, o ser temido que amado”:

"<...> Nace de ello una disputa; si vale más ser amado que temido, o todo lo contrario. Se responde que se quiere ser las dos cosas; pero, como es difícil, conseguir ambas a la vez, es mucho más seguro ser temido primero que amado, cuando se tiene que carecer de una de las dos cosas.

"<...> Y los hombres tienen menos consideración en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer; pues el amor se retiene por el vínculo de la gratitud, el cual debido a la perversidad de los hombres, es roto en toda ocasión de propia utilidad; pero el temor se mantiene con un miedo al castigo que no abandona a los hombres nunca."

Sin embargo, para Tirteafuera de las dos posturas, ahora que él y sus compañeros están de exámenes y tendrán que puntuar, calificar y evaluar a cada uno de sus alumnos, considera que M. de Cervantes sostiene un discurso más humanista, educativo, eficaz a medio y largo plazo. Y no se aguantará en proponer a sus compañeros de claustro la reflexión sobre la oportunidad de la clemencia. Antes de las juntas de evaluación dará a sus colegas una copia del fragmento. Hoy Tirteafuera se siente crecido, ufano: va a desempeñar el mismo papel que don Quijote en sus consejos a Sancho cuando él dé estos consejos a sus compañeros. A pesar del profesor de Matemáticas que levantará la vista por encima de las gafas de hueso cuando inexorablemente en la próxima junta de evaluación también dicte: “un 4,5 es un 4,5; un suspenso es un suspenso”

Menos mal que en ayuda de Tirteafuera tenemos más tratadistas que en su discurso político postulan la misericordia. Por ejemplo, D. Saavedra Fajardo cuando afirma que por una sola letra dejó el rey de llamarse ley, o cuando puntualiza en Idea de un príncipe político-cristiano representada en cien empresas:

"<...> No nace el respeto de lo que se ama, sino de lo que se admira; a mucho obliga el que, teniendo valor para hacerse temer, se hace amar; el que sabiendo ser justiciero, sabe también ser clemente.

El que con tal destreza y prudencia mezclase estas virtudes, que con la justicia se haga respetar y con la clemencia amar, no podrá errar en el gobierno, antes será todo él una armonía suave."

Después de ratonear un poco en la biblioteca escolar, Tirteafuera ha encontrado un pasaje en El mercader de Venecia, (1599, Acto IV, Escena I) en el que W. Shakespeare sostiene un razonamiento que le permite construir la escena del requerimiento de una deuda de 3.000 ducados por parte de Shylock a Antonio en presencia de el Dux con gran tensión dramática:

"<...> PORCIA.- Es menester entonces /que se apiade el judío.

SHYLOCK.- ¿Y por qué causas?

PORCIA.- No quiere fuerza el don de la clemencia:/ Es cual la blanda lluvia que de cielo/ baja benigna a fecundar el campo./ Es dos veces bendita, pues consuela/ a quien la da y a quien la recibe:/ más grande es su poder entre los grandes;/ mejor le sienta al rey que su corona;/ su cetro es el emblema de la fuerza/ de su poder mundano, el atributo/

De su alta majestad y poderío:/ en él reside el rayo de los reyes./ Mas la clemencia es superior al cetro;/ el alma de los reyes es su trono;/ de la divinidad es su atributo,/ y el mundanal poder casi entonces raya/ casi en poder de Dios, cuando benigno/ con la clemencia templa la justicia./ Por lo tanto, judío, aunque pretendas/ justicia y nada más, piensa y medita/ que si tan solo para el hombre hubiere/ justicia nada más, no se salvara/ ninguno de nosotros. Si clemencia/ pedimos con fervor a todas horas;/ el mismo ruego nos enseña a todos a practicar el bien que apetecemos. / Por ablandarte nada más lo digo,/ y a aplicar el rigor de tu demanda;/fuerza será si en ella persistieses, / que el tribunal severo de Venecia/ sentencie el pleito en tu favor y en contra/ del mercader Antonio.

SHYLOCK.- Caiga el peso de mis acciones sobre mi cabeza."

Ahora que está corrigiendo, Tirteafuera se sonríe: parece advertir en torno suyo el correteo de sus tiernos netezuelos.

Léase más entradas en la bitácora tirteafuera.blogspot.com

Nº comentarios: 1 · Valoración media: 3,0 · Último comentario: 16/oct/23 11:47

COMENTARIOS DE ESTE ARTÍCULO


  1. Nice post

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    Comentado 16/oct/23 11:47 por Unwrap happiness



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Cartel conmemorativo IV Centenario. Autor: Manuel Martínez





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