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El Quijote y yo

Autor/a: Ramón García del Real. Periodista.
Guardado en Vivencias personales 04/may/05 14:39

Para vivir sano uno tiene que tener mucho cuidado con lo que se mete en el cuerpo. Hay que ser muy selectivo con lo que se come, con lo que se bebe; y también con lo que se oye... y, por supuesto, con lo que se lee.

Soy de bien comer; procuro beber, cuando el bolsillo me lo permite, buenos vinos; creo en Thelonius Monk, dios todopoderoso,  y adoro el Quijote.

Hay libros que, pese a ser selectivo, los empiezas y los dejas pronto. Otros que, aunque ni chicha ni limoná,  no los mandas a la mierda por ver cómo acaban. Libros hay que te enganchan desde la primera página. Y luego están los libros como el Quijote, una élite a la que pertenecen solo unos pocos.

El Quijote es un milagro, una obra única y eterna. Es alegre y triste, amargo, conmovedor y delirante. Maravilloso. Ya no se escribe así, qué pena. Y no es un libro fácil de leer para los críos, sobre todo para esos que se pasan el dia enganchados al ordenador, a la televisión o a la “play”. Para leer el Quijote, y disfrutarlo, hay que tener cierto rodaje en en la lectura y en la vida. En ciertos momentos de pesimismo, me da por pensar qué podría ser del Quijote en el futuro y me lo veo arrinconado, dejado en manos de filólogos o aficionados a los libros viejos.

Tengo en casa, no sé, cuatro o cinco quijotes, comprados/regalados en diferentes épocas de mi vida. Y hasta tengo un Quijote en inglés que me regaló recién un oyente de mi programa de la radio. De todos ellos, mi favorito es una pequeña y cuidada edición de 1966 que la Refinería de Petróleos de Escombreras S. A. (REPESA) regaló “a sus clientes y amigos”, con motivo del CCCL aniversario de la muerte de don Miguel de Cervantes Saavedra (1616-1966) y “como homenaje al Príncipe de los Ingenios”.  Tiene las tapas de piel en color verde (ya gastadas por los años), con las letras grabadas en oro en cubierta y lomo. Este Quijote me ha acompañado desde que era niño, en las dos veces que lo he leído y en todos aquellos momentos en los que me he acercado a él buscando, simplemente, perderme plácidamente en sus páginas, en sus preciosas palabras. Ahora que estoy muy por el vino (¡no me malinterpreten!), me encanta un fragmento que aparece en la segunda parte, en el capítulo XIII, donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos. Sancho presume así de ser un buen conocedor de vinos, un buen mojón:

¿No será bueno, señor escudero, que tenga yo un instinto tan grande y tan natural en esto de conocer vinos, que en dándome a oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor, y la dura y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas? Pero no hay de qué maravillarse, si tuve en mi linaje por parte de mi padre los dos más excelentes mojones que en luengos años conoció La Mancha; para prueba de lo cual les sucedió lo ahora diré. Diéronles a los dos a probar del vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua; el otro no hizo más de llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que más sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia, y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los famosos mojones  se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán. Por que vea vuesa merced si quien viene desta ralea podrá dar su parecer en semejantes causas.   

¿No es precioso? Y encima, el Quijote da para que se escriban libros estupendos sobre él, como el del leonés Andrés Trapiello,  “Al morir don Quijote”. Ahora, con esto del IV Centenario, lo estoy leyendo otra vez y siempre que lo hago le descubro algo nuevo, siempre me sorprende. Cada vez que me pierdo en sus páginas me encuentro con un matiz, con un detalle que no había disfrutado anteriomente. Nunca dejas de leer el Quijote. Es un libro eterno, gozosamente eterno.

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Cartel conmemorativo IV Centenario. Autor: Manuel Martínez





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